lunes

Hiranyaloka o ‘Planeta Astral Iluminado’





Capítulo Cuarenta y Tres
La Resurrección de Sri Yukteswar

   “¡Señor Krishna!”. La forma gloriosa del avatar apareció en medio de un intenso resplandor cuando me senté en mi habitación del Regent Hotel, en Bombay. Brillando sobre el tejado de un alto edificio al otro lado de la calle, la inefable visión estalló de pronto ante mi vista mientras miraba por mi ventana del tercer piso, abierta de par en par.

   La divina figura agitó la mano, sonriendo y asintiendo con la cabeza como saludo. Como no podía comprender con exactitud el mensaje del Señor Krishna, se fue haciendo un gesto de bendición. Extraordinariamente elevado por la visión, sentí que se presagiaba algún acontecimiento espiritual.

   Por el momento mi viaje a Occidente se había cancelado. Tenía programadas varias conferencias en Bombay antes de regresar a Bengala.

   Sentado en mi cama del hotel de Bombay a las tres de la tarde del día 19 de Junio de 1936, una semana después de la visión de Krishna, fui sacado de mi meditación por una beatífica luz. Ante mis abiertos y asombrados ojos la habitación se transformó en un mundo desconocido, la luz del sol se transmutó en un esplendor sobrenatural.

   ¡Me sumergí en olas de éxtasis al contemplar a Sri Yukteswar en carne y hueso!

   “¡Hijo mío!”, dijo el Maestro con ternura, con una angélica y cautivadora sonrisa en su rostro.

   Por primera vez en mi vida no me arrodillé a sus pies a modo de saludo, sino que me adelanté en el acto para apretarlo ávidamente entre mis brazos. ¡Momento de los momentos! La angustia de los meses pasados me parecía un pequeño pago por la dicha torrencial que ahora descendía sobre mí.
   “Maestro mío, amado de mi corazón, ¿por qué me abandonó?”. El exceso de gozo me hacía ser incoherente. “¿Por qué me permitió ir a la Kumbha Mela? ¡Qué amargamente me he culpado por dejarle!”.

   “No quería interferir en las felices esperanzas que habías puesto en ver el lugar de peregrinación donde encontré a Babaji por primera vez. Te dejé sólo por un pequeño periodo de tiempo; ¿no estoy de nuevo contigo?”.

   “Pero, ¿es usted, Maestro, el mismo León de Dios? ¿Lleva un cuerpo como el que enterré bajo las crueles arenas de Puri?”.

   “Sí, hijo mío, soy el mismo. Éste es un cuerpo de carne y hueso. Aunque yo lo veo como etéreo, para tu vista es físico. He creado un cuerpo totalmente nuevo a partir de los átomos cósmicos, exactamente igual que el cuerpo físico soñado cósmicamente que depositaste en las arenas de sueño de Puri en tu mundo soñado. He resucitado realmente, no en la tierra, sino en un planeta astral. Sus habitantes están más dotados que los seres humanos para ponerse a mi altura. Algún día tú y aquellos seres elevados a los que amas os reuniréis allí conmigo”.

   “¡Gurú inmortal, cuénteme más!”.

   El Maestro soltó una alegre risa. “Por favor, querido”, dijo, “¿puedes aflojar un poco tu abrazo?”.

   “¡Sólo un poco!”. Había estado apretándole con el abrazo de un pulpo. Pude detectar el mismo olor natural fragante y ligero que había sido característico de su cuerpo. La emoción del contacto con su carne divina todavía persiste en la parte interna de mis brazos y en las palmas de las manos cuando recuerdo aquellas horas gloriosas.

   “Tal como los profetas han sido enviados a la tierra para ayudar a los hombres a agotar su karma, así he sido dirigido por Dios para servir como salvador en un planeta astral”, explicó Sri Yukteswar. “Se llama Hiranyaloka o ‘Planeta Astral Iluminado’. Allí estoy ayudando a seres avanzados a deshacerse de su karma astral y liberarse así de renacer astralmente. Los moradores de Hiranyaloka están espiritualmente muy avanzados; todos ellos han adquirido, en su última encarnación en la tierra, el poder dado por la meditación de dejar conscientemente sus cuerpos físicos al morir. En Hiranyaloka no puede entrar nadie a menos que en la tierra haya sobrepasado el estado de sabikalpa samadhi y alcanzado el estado más elevado de nirbikalpa samadhi1.

   “Los habitantes Hiranyaloka ya han pasado por las esferas astrales ordinarias, a las que deben ir casi todos los seres procedentes de la tierra en los primeros momentos de su muerte; agotan muchas semillas de sus acciones pasadas en los mundos astrales. Sólo los seres avanzados pueden realizar tal obra de redención con eficacia en los mundos astrales. Después, para liberar sus almas más completamente de las envolturas de restos kármicos alojadas en sus cuerpos astrales, estos seres más elevados son atraídos por la ley cósmica a renacer con nuevos cuerpos astrales en Hiranyaloka, el sol astral o cielo, donde he resucitado para ayudarles. En Hiranyaloka también hay seres altamente avanzados que proceden del mundo causal superior, más sutil”.

   En ese momento mi mente se encontraba en sintonía tan perfecta con la de mi gurú, que estaba transmitiéndome su descripción en parte a través del habla y en parte a través del pensamiento. De esa forma yo recibía rápidamente sus noticias-idea.

   “Has leído en las escrituras”, continuó el Maestro, “que Dios encierra el alma humana en tres cuerpos sucesivos –el cuerpo idea o causal; el cuerpo astral sutil, asiento de la naturaleza mental y emocional del hombre; y el burdo cuerpo físico. En la tierra un hombre está provisto de sus sentidos físicos. Un ser astral trabaja con su conciencia y sentimientos y un cuerpo hecho de vitatrones2. Un ser con cuerpo causal permanece en el gozoso reino de las ideas. Yo trabajo con aquellos seres astrales que están preparados para entrar en el mundo causal”.

   “Maestro adorable, por favor, hábleme más sobre el cosmos astral”. Aunque yo había aflojado ligeramente mi abrazo a petición de Sri Yukteswar, mis brazos todavía le rodeaban. ¡Tesoro más allá de todos los tesoros, mi gurú se había reído de la muerte para venir a mí!

   “Hay muchos planetas astrales, llenos de seres astrales”, comenzó el Maestro. “Para viajar de un planeta a otro los habitantes utilizan aviones astrales, o masas de luz, más rápidos que la electricidad y las energías radioactivas.

   “El universo astral, hecho de distintas vibraciones de luz y color, es cientos de veces mayor que el cosmos material. Toda la creación física cuelga como una pequeña cesta sólida bajo el enorme globo luminoso de la esfera astral. Del mismo modo que muchos soles y estrellas físicos vagan por el espacio, existen innumerables sistemas de soles y estrellas astrales. Sus planetas tienen soles y lunas astrales, más bellos que los físicos. Las lumbreras astrales se parecen a la aurora boreal, si bien la soleada aurora astral es más deslumbrante que las poco brillantes auroras lunares. El día y la noche astrales son más largos que los de la tierra.

   “El mundo astral es infinitamente bello, limpio, puro y ordenado. No hay planetas muertos ni terrenos estériles. Carece de las imperfecciones terrestres, malas hierbas, bacterias, insectos, serpientes. En contraste con los climas y estaciones cambiantes de la tierra, los planetas astrales mantienen siempre la temperatura de una primavera eterna, con ocasionales días luminosos de blanca nieve y lluvia de luces de muchos colores. Los planetas astrales abundan en lagos opalinos y brillantes mares y ríos de arco iris.

   “El universo astral ordinario, no el cielo astral más sutil de Hiranyaloka, está poblado por millones de seres astrales que han llegado, más o menos recientemente, de la tierra y también por un sinnúmero de hadas, sirenas, peces, animales, duendes, gnomos, semidioses y espíritus, que residen en diferentes planetas astrales según su clasificación kármica. Diversas mansiones esféricas, o regiones vibratorias, están provistas de espíritus buenos y malos. Los buenos pueden viajar libremente, pero los espíritus maléficos están confinados en zonas limitadas. Del mismo modo que los seres humanos viven en la superficie de la tierra, los gusanos en el suelo, los peces en el agua y los pájaros en el aire, a los seres astrales de los distintos grados se les asignan regiones vibratorias adecuadas.

   “Entre los oscuros ángeles caídos expulsados de otros mundos, tienen lugar fricciones y guerras con bombas vitatrónicas o rayos vibratorios mántricos3 mentales. Estos seres moran en las regiones empapadas de penumbra del cosmos astral más bajo, agotando su mal karma.

   “En los vastos reinos por encima de la oscura prisión astral, todo es resplandor y belleza. El cosmos astral está más sintonizado que la tierra con la voluntad y el plan de perfección divinos. Todo objeto astral es manifestado en primer lugar por la voluntad de Dios y en segundo por la llamada de la voluntad de los seres astrales. Estos poseen el poder de modificar o mejorar la gracia y la forma de todo lo ya creado por el Señor. Él ha dado a sus hijos astrales la libertad y el privilegio de cambiar y perfeccionar a voluntad el cosmos astral. En la tierra, un sólido se transforma en líquido, o alcanza otro estado, por medio de un proceso natural o químico, pero los sólidos astrales pasan a líquidos, gases o energía astrales únicamente, e instantáneamente, gracias a la voluntad de los habitantes.

   “La tierra es oscura, con guerras y muerte en el mar, los continentes y el aire”, continuó mi gurú, “pero los reinos astrales conocen una igualdad y armonía felices. Los seres astrales materializan o desmaterializan sus cuerpos a voluntad. Las flores, peces o animales pueden metamorfosearse, durante cierto tiempo, en hombres astrales. Los seres astrales tienen libertad para asumir cualquier forma y pueden comulgar juntos fácilmente. Ninguna ley fija, definitiva, natural, les ata; a cualquier árbol astral, por ejemplo, se le puede pedir que produzca un mango astral o cualquier otra fruta, flor u objeto que se desee. Existen ciertas restricciones kármicas, pero en el mundo astral no hay distinción entre lo que es o no conveniente. Todo vibra con la creativa luz de Dios.

   “Nadie nace de mujer; la descendencia es materializada por seres astrales, con la ayuda de su voluntad cósmica, en formas astralmente diseñadas y condensadas. Los seres que han perdido su cuerpo físico recientemente, llegan a una familia astral como invitados, atraídos por tendencias mentales y espirituales similares.

   “El cuerpo astral no está sujeto al frío ni al calor u otras condiciones naturales. La anatomía incluye un cerebro astral, o loto de luz de los mil pétalos y seis centros despertados en el sushumna o eje cerebro-espinal astral. El corazón atrae energía cósmica, así como luz, del cerebro astral y la bombea a los nervios astrales y a las células del cuerpo astral o vitatrones. Los seres astrales pueden influir en su cuerpo por medio de la fuerza vitatrónica o de vibraciones mántricas.

   “El cuerpo astral es un equivalente exacto de la última forma física. Los seres astrales retienen la misma apariencia que poseían en su juventud, en su estancia previa en la tierra; a veces un ser astral elige, como yo mismo, mantener su apariencia de anciano”. El Maestro, que emanaba la auténtica esencia de la juventud, se rió divertido.

   “A diferencia del tridimensional mundo espacial físico, conocido sólo por los cinco sentidos, las esferas astrales son visibles para el sexto sentido que lo incluye todo, la intuición”, continuó Sri Yukteswar. “Todos los seres astrales ven, oyen, huelen, saborean y tocan gracias al sentimiento puro intuitivo. El tercer y principal ojo astral, situado verticalmente en la frente, está abierto. Los seres astrales tienen todos los órganos sensoriales externos, oídos, ojos, nariz, lengua y piel, pero utilizan el sentido intuitivo para experimentar sensaciones por cualquier parte de su cuerpo; pueden ver por el oído o la nariz o la piel. Tienen capacidad para oír por los ojos o la lengua y pueden saborear por los oídos o la piel y así sucesivamente4.

   “El cuerpo físico del hombre está expuesto a innumerables peligros, y es fácilmente herido o mutilado; el etéreo cuerpo astral puede quemarse o cortarse incidentalmente, pero se cura de inmediato utilizando simplemente la voluntad”.

   “Gurudeva, ¿son todas las personas astrales bellas?”.

   “En el mundo astral la belleza es una cualidad espiritual y no una característica externa”, respondió Sri Yukteswar. “Por tanto, los seres astrales conceden poca importancia a los rasgos faciales. No obstante, tienen el privilegio de revestirse a voluntad con nuevos cuerpos, llenos de color, materializados astralmente. Así como las personas de mundo se ponen atavíos nuevos para los acontecimientos de gala, en ciertas ocasiones los seres astrales se engalanan con cuerpos especialmente diseñados para ellos.

   “En los planetas astrales más elevados, como Hiranyaloka, tienen lugar alegres fiestas astrales cuando un ser, gracias al desarrollo del espíritu, se libera del mundo astral y está así listo para entrar en el cielo del mundo causal. En tales ocasiones, el Invisible Padre Celestial y los santos que están unidos a Él, se materializan en cuerpos de su elección y se unen a la celebración astral. Para dar placer a Su amado devoto, el Señor toma cualquier forma que éste desee. Si el devoto le venera a través de la devoción, ve a Dios como la Madre Divina. A Jesús el aspecto del Uno Infinito como Padre le atraía por encima de otras concepciones. ¡La individualidad con la que el Creador ha dotado a Sus criaturas, lleva consigo que a la versatilidad del Señor se le hagan todas las peticiones concebibles e inconcebibles!”. Mi gurú y yo nos reímos con ganas.

   “En el mundo astral los amigos de otras vidas se reconocen fácilmente”, continuó Sri Yukteswar con su bella y aflautada voz. “Regocijándose de lo inmortal de la amistad, comprenden que el amor es indestructible, de lo que a menudo se duda en la vida terrenal en momentos de tristeza y desilusión.

   “La intuición de los seres astrales traspasa el velo que los separa de los hombres y observa las actividades que realizan en la tierra, pero el hombre no puede ver el mundo astral a menos que su sexto sentido se desarrolle. Miles de habitantes de la tierra tienen vislumbres momentáneas de un ser astral o de un mundo astral.

   “Los avanzados seres de Hiranyaloka permanecen casi siempre despiertos, en éxtasis, durante los largos días y noches astrales, ayudando a resolver intrincados problemas del gobierno cósmico y de la redención de los hijos pródigos, las almas terrestres. Cuando los seres de Hiranyaloka duermen, a veces tienen visiones a modo de sueños astrales. Generalmente sus mentes están absortas en el estado de conciencia más elevado del gozoso nirbikalpa.

   “Los habitantes de los mundos astrales todavía están sujetos a las angustias mentales. Las sensibles mentes de los seres más elevados de planetas como Hiranyaloka, sienten intenso dolor si se comete algún error en cuanto a la conducta o la percepción de la verdad. Estos avanzados seres se esfuerzan por sintonizar cada uno de sus actos y pensamientos con la perfección de la ley espiritual.

   “La comunicación entre los habitantes astrales se realiza enteramente por medio de la telepatía y la televisión astral; no existen la confusión y el malentendimiento de la palabra escrita o hablada que deben soportar los moradores de la tierra. Así como en la pantalla de cine lo que parecen personas que se mueven y actúan son series de imágenes de luz, y no respiran realmente, así los seres astrales son imágenes luminosas guiadas y coordinadas inteligentemente, que caminan y trabajan sin necesidad de obtener su fuerza del oxígeno. El hombre depende de los sólidos, líquidos, gases y energía para sostenerse; los seres astrales se sostienen principalmente de luz cósmica”.

   “Maestro mío, ¿los seres astrales comen?”. Yo me empapaba de sus maravillosas explicaciones con la receptividad de todas mis facultades, mente, corazón, alma. Las percepciones superconscientes de la verdad son permanentemente reales e inmutables, mientras que las experiencias y las percepciones sensibles no son nunca verdades sino temporales o relativas, y pronto pierden en el recuerdo toda su viveza. Las palabras de mi gurú se imprimieron de una forma tan penetrante en el pergamino de mi ser, que en cualquier momento, transfiriendo mi mente al estado superconsciente, puedo revivir con claridad la divina experiencia.

   “En los terrenos astrales abundan verduras similares a rayos luminosos”, respondió. “Los seres astrales consumen verduras y beben un néctar que fluye de magníficas fuentes de luz y de los arroyos y ríos astrales. Tal como pueden extraerse del éter las imágenes invisibles de las personas de la tierra y hacerse visibles para un aparato de televisión, así los proyectos de verduras y plantas astrales creadas por Dios e invisibles, que flotan en el éter, se precipitan en un planeta astral por la voluntad de sus habitantes. Del mismo modo, de la imaginación más apasionada de estos seres, se materializan jardines completos de fragantes flores, que después regresan a la invisibilidad del éter. Aunque los moradores de planetas celestiales como Hiranyaloka están casi libres de la necesidad de comer, la existencia sin condicionamientos de las almas casi totalmente liberadas del mundo causal es todavía mayor, éstas sólo comen el maná de la dicha.

   “El ser astral liberado de la tierra se encuentran con multidud de parientes, padres, madres, esposas, esposos y amigos, adquiridos durante sus últimas encarnaciones en la tierra5, que van apareciendo de vez en cuando en distintas partes de los reinos astrales. Por ello se siente desconcertado para saber a quién amar de manera especial; de esta forma aprende a dar amor divino e igual a todos, como hijos y expresiones individualizadas de Dios. Aunque la apariencia externa de los seres queridos ha podido cambiar, en distinto grado según su desarrollo de nuevas cualidades en la última vida, el ser astral emplea su infalible intuición para reconocer a todos los que amó una vez en otros planos de existencia y darles la bienvenida a su nuevo hogar astral. Como todos los átomos de la creación están dotados de una individualidad inextinguible6, un amigo astral será reconocido sin importar qué ropaje utilice, tal como, observando con atención, se descubre la identidad de un actor terrenal a pesar de su disfraz.

   “La vida en el mundo astral es mucho más larga que en la tierra. La vida media de un ser astral avanzado va de quinientos a mil años, medidos a la escala de tiempo de la tierra. Así como ciertas secuoyas sobreviven en milenios a la mayoría de los árboles, o como algunos yoguis viven cientos de años cuando la mayoría de los hombres mueren antes de los setenta, algunos seres astrales viven mucho más de lo normal para la existencia astral. Los visitantes del mundo astral moran allí durante un periodo de tiempo mayor o menor según el peso de su karma físico, que les atrae de nuevo a la tierra en un momento determinado.

   “El ser astral no tiene que enfrentarse dolorosamente a la muerte en el momento de desprenderse de su cuerpo luminoso. Muchos de estos seres no sienten ni el más ligero nerviosismo ante el pensamiento de abandonar su forma por una causal más sutil. El mundo astral está libre de la muerte involuntaria, la enfermedad y la vejez. Estos tres terrores son el azote de la tierra, donde el hombre ha permitido a su conciencia identificarse casi totalmente con el frágil cuerpo físico, que para existir necesita constantemente la ayuda del aire, el alimento y el sueño.

   “La muerte física está acompañada por la desaparición de la respiración y la desintegración de las células corporales. La muerte astral consiste en la dispersión de los vitatrones, las unidades de energía manifestada que constituyen la vida de los seres astrales. En la muerte física un ser pierde su conciencia del cuerpo de carne y hueso y se hace consciente de su cuerpo sutil en el mundo astral. Al experimentar en su momento la muerte astral, un ser pasa de la conciencia del nacimiento y la muerte astral a la del nacimiento y la muerte física. Estos ciclos recurrentes de encierro astral y físico son el destino ineludible de todos los seres sin iluminación. Las definiciones del cielo y el infierno de las escrituras a veces despiertan en el hombre recuerdos, más profundos que los subconscientes, de su larga serie de experiencias en el risueño mundo astral y el decepcionante mundo terrenal”.

   “Amado Maestro”, pregunté, “¿podría describir con más detalle la diferencia entre el renacimiento en la tierra y en las esferas causal y astral?”.

   “El hombre, como alma individualizada, tiene esencialmente un cuerpo causal”, explicó mi gurú. “Ese cuerpo es una matriz de treinta y cinco ideas que Dios necesita como fuerzas básicas o pensamiento causal, de la cual crea posteriormente el cuerpo astral sutil de diecinueve elementos y el burdo cuerpo físico de dieciséis elementos.

   “Los diecinueve elementos del cuerpo astral son mentales, emocionales y vitatrónicos. Los diecinueve componentes son: inteligencia, ego, sentimientos, mente (sentido-conciencia), cinco instrumentos de conocimiento –los equivalentes a los sentidos de la vista, oído, olfato, gusto y tacto, cinco instrumentos de acción –los correspondientes mentales de las capacidades ejecutivas de la procreación, la excreción, el habla, el caminar y el ejercicio de las habilidades manuales– y cinco instrumentos de la fuerza vital –dotados de poder para realizar la cristalización, asimilación, eliminación, metabolismo y las funciones circulatorias del cuerpo. Este revestimiento astral sutil de diecinueve elementos sobrevive a la muerte del cuerpo físico, que está hecho de dieciséis elementos metálicos y no metálicos ordinarios.

   “Dios elaboró diferentes ideas y las proyectó en sueños. Y así surgió la dama Sueño Cósmico, decorada con sus colosales e infinitos adornos de relatividad.

   “En las treinta y cinco categorías de pensamiento del cuerpo causal, Dios desarrolló todas las complejidades de los diecinueve equivalentes astrales del hombre y los dieciséis equivalentes físicos. Por medio de la condensación de las fuerzas vibratorias, primero sutiles, después burdas, produjo el cuerpo astral del hombre y finalmente su forma física. De acuerdo con la ley de la relatividad, por la cual la Simplicidad Perfecta se convierte en lo múltiple desconcertante, el cosmos causal y el cuerpo causal son distintos del cosmos astral y el cuerpo astral; el cosmos físico y el cuerpo físico se diferencian igualmente de las demás formas de la creación.

   El cuerpo de carne y hueso está hecho de los sueños del Creador fijados y objetivados. Las dualidades están siempre presentes en la tierra: salud y enfermedad, placer y dolor, pérdida y ganancia. Los seres humanos encuentran limitación y resistencia en la materia tridimensional. Cuando el deseo de vivir del hombre se ve gravemente debilitado por la enfermedad u otras causas, llega la muerte; el pesado abrigo de carne es arrojado temporalmente. No obstante, el alma permanece encerrada en los cuerpos astral y causal7. La fuerza cohesiva que mantiene juntos a los tres cuerpos es el deseo. El poder de los deseos insatisfechos es la raíz de la esclavitud del ser humano.

   “Los deseos físicos tienen su raíz en el egocentrismo y los placeres de los sentidos. La compulsión o tentación de la experiencia sensorial es más fuerte que la fuerza-deseo asociada a los apegos astrales y las percepciones causales.

   “Los deseos astrales se centran en el disfrute en términos de vibración. Los seres astrales disfrutan de la música etérea de las esferas y se embelesan con la visión de la creación como expresiones inextinguibles de luz cambiante. Los seres astrales también huelen, saborean y tocan la luz. Los deseos astrales están así en relación con el poder de los seres astrales de dar realidad a todos los objetos y experiencias como formas de luz o pensamientos o sueños condensados.

   “Los deseos causales se satisfacen únicamente a través de la percepción. Los seres casi libres que sólo están encerrados en el cuerpo causal, ven todo el universo como realizaciones de los sueños-idea de Dios; pueden materializarlo todo como pensamiento puro. Por ello los seres causales consideran el disfrute de las sensaciones físicas o de los placeres astrales como groseros y sofocantes para la delicada sensibilidad del alma. Los seres causales se liberan de sus deseos materializándolos instantáneamente8. Quienes se cubren únicamente con el delicado velo del cuerpo causal, pueden dar forma a universos tal como lo hace el Creador. Puesto que toda la creación está hecha de la textura cósmica del sueño, el alma envuelta en el ligero cuerpo causal tiene amplios poderes para hacer realidad cuanto desee.

   “Un alma, siendo invisible por naturaleza, puede distinguirse sólo por la presencia de su cuerpo o cuerpos. La simple presencia de un cuerpo significa que debe su existencia a los deseos insatisfechos9.

   “Mientras el alma humana está encerrada en uno, dos o tres recipientes corporales, tapada herméticamente con los corchos de la ignorancia y los deseos, no puede fundirse con el mar del Espíritu. Cuando el burdo receptáculo físico es destruido por el martillo de la muerte, las otras dos envolturas, astral y causal, permanecen, para evitar que el alma se una con la Vida Omnipresente. Cuando a través de la sabiduría se alcanza la supresión de los deseos, su poder desintegra las dos vasijas que quedaban. La diminuta alma humana emerge, finalmente libre; es una con la Amplitud Inconmensurable”.

   Pedí a mi divino gurú que arrojara más luz sobre el elevado y misterioso mundo causal.

   “El mundo causal es indescriptiblemente sutil”, respondió. “Para comprenderlo sería necesario poseer tal poder de concentración, que se pudieran cerrar los ojos y visualizar el cosmos astral y físico en toda su amplitud, el globo luminoso con la cesta sólida, como existentes tan sólo en idea. Si, gracias a una concentración sobrehumana, se consiguiera transformar o reducir los dos cosmos con todas sus complejidades a ideas puras, se alcanzaría el mundo causal y se estaría en la línea divisoria donde se funden la mente y la materia. Allí se percibe todo lo creado, sólidos, líquidos, gases, electricidad, energía, todos los seres, dioses, hombres, animales, plantas, bacterias, como formas de conciencia, del mismo modo que un hombre puede cerrar los ojos y comprender que existe, aunque su cuerpo es invisible para los ojos físicos y está presente sólo como idea.

   “Todo lo que un ser humano puede hacer con la imaginación, un ser causal puede convertirlo en realidad. La inteligencia humana de imaginación más colosal es capaz, sólo mentalmente, de ir de un extremo del pensamiento a otro; es capaz de saltar mentalmente de planeta en planeta, de caer sin fin en un abismo de eternidad, de elevarse como un cohete hasta el firmamento galáctico, de centellear como un proyector sobre vías lácteas y espacios sembrados de estrellas. Pero los seres del mundo causal tienen una libertad mucho mayor y pueden manifestar sus pensamientos como objetos sin esfuerzo e instantáneamente, sin ningún obstáculo astral o limitación kármica.

   “Los seres causales comprenden que el cosmos físico no está compuesto primariamente de electrones ni el cosmos astral está compuesto básicamente de vitatrones, en realidad ambos están creados de las más diminutas partículas del pensamiento de Dios, cortadas y divididas por maya, la ley de la relatividad que interviene separando en apariencia el Noumenon de Sus fenómenos.

   “En el mundo causal las almas se reconocen como puntos individualizados del Espíritu gozoso; sus cosas-pensamiento son los únicos objetos que les rodean. Los seres causales ven que la diferencia entre sus cuerpos y sus pensamientos son simplemente ideas. Al igual que un hombre al cerrar los ojos puede visualizar una brillante luz blanca o una tenue neblina azul, así los seres causales son capaces de ver, oír, sentir, saborear y tocar a través del pensamiento; lo crean todo, o lo disuelven, gracias al poder de la mente cósmica.

   “En el mundo causal, tanto la muerte como el renacer suceden en el pensamiento. Los cuerpos de los seres causales se agasajan únicamente con la ambrosía de un conocimiento eternamente nuevo. Beben de las fuentes de la paz, se mueven por la tierra sin caminos trazados de las percepciones, nadan en el ilimitado océano de la dicha. ¡Mira, observa sus brillantes cuerpos-pensamiento que pasan veloces por los trillones de planetas creados por el Espíritu, frescas burbujas de los universos, estrellas de sabiduría, sueños espectrales de nebulosas doradas, por encima del celeste seno azul del Infinito!

   “Muchos seres permanecen en el cosmos causal durante miles de años. Después, por medio de un éxtasis más profundo, el alma liberada se extrae a sí misma del pequeño cuerpo causal y pasa a formar parte de la vastedad del cosmos causal. Todos los remolinos de ideas separadas, olas de poder, amor, voluntad, alegría, paz, intuición, calma, autocontrol y concentración particularizadas, se unen en el Mar de Dicha siempre gozoso. El alma ya no vuelve a experimentar su dicha como una ola de conciencia individualizada, sino que se funde en el Único Océano Cósmico con las demás olas –risa, emociones, latidos eternos.

   “Cuando un alma rompe el capullo de los tres cuerpos, escapa para siempre a la ley de la relatividad y se convierte en lo inefable Siempre-Existente10. ¡Contempla la mariposa de la Omnipresencia, con sus alas grabadas de estrellas, soles y lunas! El alma expandida en Espíritu permanece sola en la región de la luz sin luz, oscuridad sin oscuridad, pensamiento sin pensamiento, embriagada en su éxtasis de dicha en el sueño de la creación cósmica de Dios”.

   “¡Un alma libre!”, exclamé con respeto y temor.

   “Cuando un alma consigue salir finalmente de las tres botellas de los engaños corporales”, continuó el Maestro, “se vuelve una con el Infinito sin perder su individualidad. Cristo había ganado esta libertad última incluso antes de nacer como Jesús. En tres etapas de su pasado, simbolizadas en su vida terrenal por los tres días de su experiencia de la muerte y resurrección, había alcanzado el poder de elevarse totalmente como Espíritu.

   “El hombre sin desarrollo debe sufrir innumerables encarnaciones terrenales, astrales y causales antes de salir de sus tres cuerpos. Un maestro que ha alcanzado esta libertad final puede elegir regresar a la tierra como profeta para llevar a otros seres humanos de regreso a Dios o, como yo mismo, puede elegir morar en el cosmos astral. Allí un salvador asume parte del peso del karma de los habitantes11 y así les ayuda a terminar su ciclo de reencarnación en el cosmos astral y permanecer en las esferas causales. O un alma libre puede entrar en el mundo causal y ayudar a sus seres a acortar su lapso en el cuerpo causal y alcanzar así la Libertad Absoluta.

   “Oh, Resucitado, quiero saber más sobre el karma que fuerza a las almas a regresar a los tres mundos”. Creo que podría seguir escuchando a mi omnisciente Maestro para siempre. En su vida terrenal yo no había sido nunca capaz de asimilar tanta de su sabiduría en un momento. Ahora, por primera vez, estaba recibiendo una visión clara y precisa de los enigmáticos interespacios del tablero de damas de la vida y la muerte.

    “El hombre debe agotar completamente sus deseos o karma físico para alcanzar una vida permanente en los mundos astrales”, aclaró mi gurú con su emocionante voz. “En las esferas astrales viven dos clases de seres. Quienes todavía tienen karma terrenal del que deshacerse, y por tanto deben habitar de nuevo un burdo cuerpo físico para pagar sus deudas kármicas, podrían considerarse, tras su muerte física, visitantes temporales del mundo astral más que residentes permanentes.

   “Tras su muerte astral, a los seres que tienen karma terrenal sin redimir no se les permite ir a la esfera causal de ideas cósmicas, sino que deben ir y venir del mundo físico al astral, siendo conscientes sucesivamente de su cuerpo físico de dieciséis elementos ordinarios y de su cuerpo astral de diecinueve elementos sutiles. Cuando, tras cada pérdida de su cuerpo físico, un ser sin desarrollo llega de la tierra, permanece la mayor parte del tiempo en el profundo estupor del sueño-muerte y apenas es consciente de la belleza de la esfera astral. Tras el descanso astral, tal hombre regresa al plano material para recibir más lecciones, acostumbrándose gradualmente, a través de los repetidos viajes, a los mundos de la sutil textura astral.

   “Por otra parte, los residentes normales, o de larga estancia, del universo astral son quienes, libres para siempre de todo anhelo material, no necesitan regresar a las burdas vibraciones de la tierra. Tales seres sólo tienen karma astral o causal que agotar. Al morir astralmente, estos seres pasan al mundo causal, infinitamente más sutil y delicado. Despojándose de la forma-pensamiento del cuerpo causal al transcurrir cierto tiempo, determinado por la ley cósmica, estos avanzados seres regresan a Hiranyaloka o a un elevado planeta astral similar, renaciendo en un nuevo cuerpo astral para agotar su karma astral sin redimir.

   “Hijo mío, ahora puedes comprender mejor que he resucitado por decreto divino”, continuó Sri Yukteswar, “en concreto como salvador de las almas reencarnadas astralmente que regresan de la esfera causal y no de aquellos seres astrales que proceden de la tierra. Quienes llegan de la tierra, si todavía retienen vestigios de karma material, no llegan a planetas astrales tan elevados como Hiranyaloka.

   “Así como la mayoría de las personas de la tierra no aprenden, gracias a la visión adquirida por la meditación, a apreciar los goces superiores y ventajas de la vida astral, y por tanto, tras la muerte, desean regresar a los placeres limitados e imperfectos de la tierra, así muchos seres astrales, durante la desintegración normal de sus cuerpos astrales, no consiguen tener una imagen del avanzado estado de alegría espiritual del mundo causal e, insistiendo en el pensamiento de la felicidad astral, más grosera y burda, anhelan volver a visitar el paraíso astral. Tales seres deben redimir un pesado karma astral antes de que, tras la muerte astral, puedan quedarse permanentemente en el mundo-pensamiento causal, apenas separado del Creador.

   Sólo cuando un ser ya no tiene deseos de experiencias en el agradable para la vista cosmos astral y no puede ser tentado a regresar allí, permanece en el mundo causal. Completando allí su trabajo de redimir todo el karma causal o semillas de los deseos pasados, el alma encerrada quita el último de los tres corchos de la ignorancia y, saliendo del recipiente final del mundo causal, comulga con el Eterno.

   “¿Comprendes ahora?”. ¡El Maestro sonrió con tanto encanto!

   “Sí, por medio de su gracia. Estoy mudo de alegría y gratitud”.

   Jamás había recibido de ningún canto o narración un conocimiento tan inspirador. Aunque las escrituras hindúes hacen referencia a los mundos astral y causal y a los tres cuerpos del hombre, ¡qué remotas y sin sentido resultan esas páginas comparadas con la cálida autenticidad de mi resucitado Maestro! ¡Desde luego para él no existía ningún “país desconocido de cuyos confines ningún viajero regresa”!

   “La conexión entre los tres cuerpos humanos se expresa de muchas formas en su triple naturaleza”, continuó mi gran gurú. “En el débil estado del ser humano en la tierra, es más o menos consciente de los tres vehículos. Cuando está absorto gustando, oliendo, tocando, oyendo o viendo, está trabajando principalmente con su cuerpo físico. Visualizando o deseando trabaja fundamentalmente con su cuerpo astral. El medio causal encuentra su expresión cuando el hombre piensa o se sumerge profundamente en la introspección o la meditación; los pensamientos cósmicos del genio llegan al hombre que entra en contacto habitualmente con el cuerpo causal. En este sentido, un individuo puede ser clasificado como ‘un hombre material’, ‘un hombre energético’ o ‘un hombre intelectual’.

   “Un hombre se identifica alrededor de dieciséis horas diarias con su vehículo físico. A continuación duerme; si sueña, permanece en su cuerpo astral, creando sin esfuerzo objetos, tal como hacen los seres astrales. Si el hombre duerme profundamente y sin soñar, durante varias horas puede transferir su conciencia, o sentido de No-yo, al cuerpo causal; tal dormir revivifica. Quien sueña entra en contacto con el cuerpo astral y no con el causal; su dormir no refresca totalmente”.

   Yo observaba con cariño a Sri Yukteswar mientras hacía esta maravillosa exposición.

   “Seráfico gurú”, dije, “su cuerpo parece ser exactamente el mismo que tenía cuando yo lloré sobre él por última vez en el ashram de Puri”.

   “Oh, sí, mi nuevo cuerpo es una copia perfecta del viejo. Materializo y desmaterializo esta forma siempre que lo deseo, con mucha más frecuencia que lo hacía en la tierra. Gracias a una veloz desmaterialización, viajo instantáneamente con la rápida luz de un planeta a otro, de hecho, desde el cosmos astral al causal o al físico”. Mi divino gurú sonrió. “¡Aunque estos días te mueves con tal celeridad, no me resultó difícil encontrarte en Bombay!”.

   “¡Oh, Maestro, estaba tan profundamente afligido por su muerte!”.

   “Ah, ¿en dónde he muerto? ¿No hay aquí alguna contradicción?”. Los ojos de Sri Yukteswar resplandecían de amor y regocijo.

   “En la tierra sólo estabas soñando; en la tierra sólo veías mi cuerpo-sueño”, prosiguió. “Después enterraste mi imagen-sueño. Ahora mi cuerpo de carne y hueso más sutil que contemplas ¡y todavía abrazas bastante apretadamente!, ha resucitado en otro planeta-sueño de Dios más delicado. Algún día este cuerpo-sueño y este planeta-sueño más sutiles desaparecerán; tampoco ellos son para siempre. Todas las burbujas-sueño tienen que estallar finalmente con un último y débil toque. ¡Hijo mío, Yogananda, distingue entre sueños y Realidad!”.

   Esta idea de la resurrección vedántica12 me llenaba de asombro y maravilla. Estaba avergonzado por haber sentido pena por el Maestro al ver su cuerpo sin vida en Puri. Comprendí finalmente que mi gurú siempre había estado plenamente despierto en Dios, que consideraba su vida, su paso por la tierra y su actual resurrección, tan sólo como relativizaciones de ideas divinas en el sueño cósmico.

   “Ahora te he contado, Yogananda, las verdades de mi vida, muerte y resurrección. No te apenes por mí; por el contrario, difunde por todas partes el relato de mi resurrección ¡desde el sueño terrenal de Dios que es el hombre, a otro planeta soñado por Dios en que las almas están vestidas astralmente! En los corazones de los soñadores del mundo, que sufren hasta la locura y temen a la muerte, se infundirá nueva esperanza”.

   “¡Sí, Maestro!”. ¡Con qué gusto compartiría con los demás mi alegría por su resurrección!

   “En la tierra mi nivel era incómodamente elevado, incompatible con la naturaleza de la mayoría de los hombres. A menudo te reprendí más de lo que debería haber hecho. Pasaste la prueba; tu amor brilló por entre las nubes de todas las reprimendas”. Añadió con ternura, “Hoy he venido también a decírtelo: Nunca más te dirigiré una dura mirada censora. No volveré a reprenderte jamás”.

   ¡Cuánto había yo echado de menos los castigos de mi gran gurú! Cada uno de ellos había sido un ángel de la guarda de protección.

   “¡Queridísimo Maestro! ¡Regáñeme un millón de veces, repréndame ahora!”.

   “No te reñiré nunca más”. Su divina voz era grave, pero con un trasfondo de risa. “Tú y yo sonreiremos juntos mientras nuestras dos formas parezcan diferentes en el sueño de maya de Dios. Al final nos fundiremos en el Amado Cósmico; nuestras sonrisas serán Su sonrisa, nuestra canción única de alegría vibrará por la eternidad para ser difundida a las almas sintonizadas con Dios!”.

   Sri Yukteswar me esclareció algunos asuntos que no puedo revelar aquí. Durante las dos horas que pasé con él en la habitación del hotel de Bombay respondió a todas mis preguntas. Varias de las predicciones que hizo aquel día de Junio de 1936 ya se han cumplido.

   “¡Ahora te dejo, amado mío!”. Con estas palabras sentí que el Maestro se desvanecía entre mis brazos que le circundaban.

   “Hijo mío”, se oyó su voz, vibrando en el firmamento de mi alma, “siempre que traspases la puerta de nirbikalpa samadhi y me llames, vendré a ti en carne y hueso, tal como lo he hecho hoy”.

   Con esta promesa celestial Sri Yukteswar desapareció de mi vista. Una voz, que parecía proceder de una nube, repetía con fuerza celestial: “¡Díselo a todos. Todo el que, gracias a la realización nirbikalpa, sepa que vuestra tierra es un sueño de Dios, puede venir al planeta más sutil, creado del sueño, de Hiranyaloka y encontrarme resucitado en un cuerpo exactamente igual a mi cuerpo terrenal. Yogananda, ¡díselo a todos!”.

   El dolor del partir se había ido. La pena y aflicción por su muerte, largo tiempo ladronas de mi paz, huían ahora llenas de vergüenza. La dicha manaba como una fuente por los inagotables poros recientemente abiertos del alma. Obturados durante mucho tiempo por la falta de uso, se ensanchaban ahora en pureza ante el empuje de la corriente de éxtasis. Los pensamientos y sentimientos subconscientes de mis encarnaciones pasadas se despojaban de sus manchas kármicas, brillantemente renovados por la divina visita de Sri Yukteswar.

   En este capítulo de mi autobiografía he obedecido la petición de mi gurú y he expandido la buena nueva, aunque ésta desconcierta una vez más a una generación indiferente. El ser humano conoce bien la humillación; la desesperación no le es ajena; y sin embargo éstas son obstinaciones malsanas, no forman parte del verdadero destino del hombre. El día que lo desee podrá ponerse en camino hacia la libertad. Ha escuchado durante demasiado tiempo el frío y húmedo pesimismo, “polvo eres”, de sus consejeros que hacen caso omiso del alma inconquistable.

   Yo no fui el único privilegiado que contempló al Resucitado Gurú.

   Uno de los chelas de Sri Yukteswar era una mujer de edad, conocida cariñosamente por Ma (Madre), cuya casa estaba cerca de la ermita de Puri. Durante los paseos matinales el Maestro se paraba con frecuencia para charlar con ella. En la tarde del 16 de Marzo de 1936, Ma llegó al ashram y pidió ver a su gurú.

   “¿Qué? ¡El Maestro murió hace una semana!”. Swami Sebananda, que ahora estaba a cargo de la ermita de Puri, le miró con tristeza.

   “¡Eso es imposible!”. Sonrió ligeramente. “¿Estás quizá intentando proteger al gurú de visitas impertinentes?”.

   “No”. Sebananda le contó los detalles del entierro. “Ven”, le dijo. “Te llevaré al jardín delantero, a la tumba de Sri Yukteswar”.

   Ma negó con la cabeza. “¡Para él no existe tumba alguna! ¡Esta mañana a las diez pasó ante mi puerta en su paseo habitual! Hablé con él durante algunos minutos en la soleada mañana.

   “‘Ven al ashram esta tarde’, dijo.

   “¡Aquí estoy! ¡Las bendiciones se derraman sobre esta vieja cabeza gris! ¡El gurú inmortal quiso que yo entendiera en qué cuerpo trascendente me había visitado esta mañana!”.

   El asombrado Sebananda se arrodilló ante ella.

   “Ma”, dijo, “¡qué doloroso peso quitas de mi corazón! ¡Ha resucitado!”.